Hay un raro mecanismo en la mente, que es fuente de incertidumbre, desdicha innecesaria, sufrimiento. Es una misteriosa resistencia a lo que es y una compulsiva tendencia a que sea lo que no es.
Como dice Ramiro A. Calle en su libro «El libro de la serenidad» hay un arte de vida que se llama «el arte de fluir«, como el riachuelo que sabe encontrar el punto de menor resistencia para seguir fluyendo, con sus aguas limpias y renovadas.
No aceptamos lo inevitable, añadimos tensión y damos la espalda a cualquier oportunidad para la quietud interior.
Cuando estás aquí, tu mente está allí; cuando estás con una persona deseas a otra, o cuando estás tomando un café estás pensando en otra cosa bien distinta.
Siempre parece más verde y apetecible la hierba del jardín del vecino.
No se valora lo que se posee, sino lo que se puede llegar a poseer. Al no saber absorber, creamos focos de inútil resistencia psíquica que fortalece aquello que queremos evitar.

La ley del esfuerzo invertido
Fortalecemos aquello que queremos evitar, del mismo modo que sufrimos por no querer sufrir o alejamos la felicidad por buscarla compulsivamente.