Las verdes praderas y la mala fe

Joan Tubau en su newslatter de Kapital nos recuerda este fragmento de José Luis Garci en Las verdes praderas.

“En quién coño me mandaría a mí meterme en La Confianza, estudiar Económicas y perder la juventud y la vista en unos libros que no valen para nada. Llevo 42 años pensando que lo que vivía no era importante porque era como provisional, como si estuviera esperando destino. Yo creía que iba hacia una vida maravillosa, y mientras estaba en la cola esperando, pues trabajaba y estudiaba como un negro porque tenía que ser así, porque más adelante iba a llegar mi vida, mi verdadera vida. ¿Y sabes qué pasa? Pues que ya ha llegado. Y va y no me gusta. ¿Qué me espera? ¿Ocupar el puesto de Don Enrique? Para él, para toda la vida. ¿Casar a los niños? Tampoco, porque para entonces tampoco se va a casar nadie. Total, tú y yo solos, vegetando todos los fines de semana en esa mierda de chalet. Todos los puentes, todas las vacaciones de Semana Santa. Arreglando la calefacción, cortando el césped, limpiando la piscina. (¿Qué piscina?) Pues la que terminaremos poniendo. Y un día te mueres. Y se te queda esa carita de gilipollas. Y en el último momento te dices: vamos, vamos, vamos. Porque es que te han llevado al huerto toda la vida y nunca has hecho lo que tú querías. Estudia, trabaja, échate novia, cásate, cómprate un piso, un chalet, un coche. Y trabaja como un burro para pagar las letras, el colegio de los niños, el friegaplatos, la cortadora de césped. Y te das cuenta que has vivido para Seat, para Philips, para Zanussi, para El Corte Inglés, para La Confianza y su puta madre.”

Reconozco que lo leí dos veces seguidas y algo se removió dentro de mí. Aunque encuentro una resistencia en mí a creerlo, me doy cuenta de que a veces fantaseo con cosas y que me acobardo en tomar decisiones.

Joan analiza varias cosas de este texto. Según él, la clase media teme agotar las tareas pendientes.

“Es por eso que anhelan una jornada laboral de 8 horas llena de correos. Restan 16 horas conflictivas por delante. 2 en el atasco con el Tesla, 2 en el pasillo del Mercadona, 2 en el muro de Facebook , 2 en la esta de Amazon y 2 en el catálogo de Netflix. Los mayores beneficios para las empresas que te mantienen atareado. Las últimas 6 las duermen empastillados. El sábado en el centro comercial y el domingo en faenas domésticas más o menos necesarias.  Afirman no tener alternativa pero en realidad aman visitar una Roma masificada. Esperando el vuelo de regreso, son los que hacen la cola del Coliseo a 38 grados.

No quieren decidir, pero fantasean con la improbable huida. El gasto les permite rellenar las horas y todo salario es irrelevante. Si ganan más, simplemente buscan productos más caros.

La verdad asoma: no quieres la libertad, no sabrías qué hacer con ella. “ – Joan Tubau

Esto me recuerda a algo que leí hace poco sobre Sartre y la mala fe.

Según Sartre poder elegir no siempre es sencillo. Conlleva la responsabilidad, las expectativas y la presión de saber que lo que elegimos tiene repercusiones en todo. Es mucho más fácil que te digan que hacer que tomar la decisión por ti mismo.

Sartre sostiene que nos inventamos historias, normas y leyes diseñadas para que se apropien de nuestra libertad y así negarnos nuestra posibilidad de elegir.

Estas pueden proceder de normas sociales, como “no respondas al mensaje inmediatamente” o leyes formales como “no robes”.

Sartre lo llamaba Mala Fe.

Mala fe

Cuando culpas a alguien por algo que tu mismo has hecho.
Cuando dices: “si no fuera por tal cosa, yo estaría haciendo xxxxxx”.

Eso es a lo que se refiere Sartre con “Mala fe”.

Esta mala fe aparece cuando simulamos que las normas externas nos “obligan” a hacer algo. Un concepto, regla o norma no puede obligarnos a hacer nada. Solo tú decides lo que haces.

Cada momento de cada día, exige una elección.

Sartre exigía a sus estudiantes que reconociesen su propia capacidad de elección. Evitar la mala fe implica un cambio de mentalidad drástico, tu no debes ponerle mala cara a tu profesor, porque tú has sido el que ha elegido ir a la escuela.

No debe irritarte una multa por exceso de velocidad cuando tú eres el que ha elegido acelerar.

Tú has elegido tener/no tener hijos. Tú has elegido una carrera. Tú has elegido presentarte a una entrevista. … Eliges y debes enfrentarte a las consecuencias.

La mala fe es la negación de nuestra propia complicidad en los acontecimientos. Una ocultación de la responsabilidad y la renuncia acobardada a ser quienes queremos ser.

Una pasividad, un rechazo de nuestro yo existencial.

Eres el que eliges.

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